El viaje fue agotador. Salimos a la una de la madrugada del sábado y no hubo manera de dormir en todo el trayecto por las veces que paramos. Unas para coger viajeros (Palencia, Valladolid, Salamanca) y otras por el tema del tacómetro y la última para desayunar. Total que, agotados por el viaje, llegamos al hotel en Lisboa sobre las 12 de la mañana, hora española.
Pero como había que aprovechar el día al máximo, sólo hubo tiempo para asearse un poco.
A las 12, hora local, comenzamos la visita turística a Lisboa por nuestra cuenta.
En autobús nos dirijimos a:
Los Jerónimos
La Torre de Belem
El monumento a los Descubridores
Y, faltaría más, unos pastelitos en Pasteles de Belem que es obligado probar. Caros.... pero exquisitos.
En autobús llegamos a la Plaza del Comercio
Entramos por la Vía Augusta al Barrio Bajo y nos dirigimos hacia la Catedral
Y hacía el Castillo.
Para entonces ya se había hecho de noche, por lo que el Elevador de Santa Justa sólo lo pudimos ver iluminado. Una impresionante cola de turistas hizo que desistiéramos de montarnos en él para poder ver las vistas de la ciudad que desde esa altura tienen que ser impresionantes.
Llegamos a la plaza del Rossio
Y finalmente, caminando por la Avda. de la República, volvimos andando al hotel que estaba a unos cuarenta minutos del centro.
El domingo tocaba excursión con guía local. Teresa, mujer veterana (sus años tiene) encantadora. Nos enseñó una canción de pescadores y nos animó a cantar el estribillo y con ella visitamos:
Sintra y su Palacio Nacional.
Recorrimos un poco el pueblo, pero no dió tiempo para visitar el Palacio de Pena. (tocará hacerlo por mi cuenta en otro momento)
Comimos en "El Corral de las Cabras" en un pueblecito cerca de Sintra. Cantidad y calidad.
Nos acercaron a Cascais para ver la Boca del Infierno.
Nos dejaron tiempo (poco, mejor, el bolsillo lo agradeció) para hacer unas compras en el mercadillo que hay en ese mismo lugar.
Entramos en el Casino de Estoril.
A nadie le dió tiempo a jugarse "los cuartos"; fueron quince minutos escasos de visita.
Y a las 7 estábamos en el hotel. Un aseo rápido y a terminar de ver el centro lisboeta.
Paseamos por el Chiado y como con nosotros iban: B. (de Aranda) F. y MB (de Palencia) que el día anterior no habían visto algunos lugares, pues hice de cicerone y les llevé por el Barrio Bajo y el Castillo. Me hicieron el honor de ser su guía. Yo encantada porque puedo presumir de que una de mis mayores virtudes sea la facilidad que tengo para orientarme en todas las ciudades por grandes que sean, sea de día o de noche.
Pero llegó el lunes...¡ qué pena !. Hubo que madrugar para desayunar e inicar el viaje de vuelta. Salimos a las ocho y media hora española. Recogimos pasajeros del otro hotel por lo que la hora de salida real serían las nueve.
Llegamos a Burgos sobre las 8 de la noche.
Una grata experiencia. Parece que he estado fuera más días de los reales, tal vez porque me ha dado tiempo a ver tantas y tantas cosas. Del cansancio ni me acuerdo.
Es la primera vez que viajo por agencia y sinceramente, me ha gustado y volveré a hacerlo en alguna ocasión cuándo quiera hacer un viaje relámpago: lejos y con poco tiempo porque este tipo de viajes con tan pocos días, en esta época del año y con mi coche.....ni pensarlo.
Volveré, pero por mi cuenta en algunas vacaciones y más despacio porque he vuelto con una sensación de....., como diría yo, de que ha quedado mucho por ver. Lo dicho, volveré.
1 comentario:
Gratificante maratón.
Y sí, tendrás que volver; a la pombalina Lisboa se vuelve siempre, para disfrutarla y pasearla sin prisas.
Un saludo.
Publicar un comentario