¡¡¡ Menos mal !!!. Menos mal que no hicimos caso al pronóstico del tiempo. Mejor dicho, le hicimos caso y por ello nos acercamos hacia el sur de la capital.
Bajando el alto la Varga, vimos como ya había aparcada una quitanieves y cuándo enfilamos la carretera de Soria tuvimos que adelantar a otra. Vamos que, en esta ocasión se habían puesto en marcha con bastante antelación por aquello de no volver a hacer el ridículo como pasó hace dos o tres años ( ya no me acuerdo, la vida pasa tan rápidamente...) que se quedaron las carreteras cortadas.
Llegamos al monasterio de San Pedro de Arlanza ( a ver cuándo tengo tiempo y pongo unas cuántas fotos de él). Aparcamos los coches y pusimos rumbo al camino que, a la izquierda, tiene una cancela. La atravesamos y seguimos el sendero que nos adentraba en el bosque de encinas y sabinas.
Un par de subiditas, una carbonera y se pierde la senda. Tomamos dirección izquierda, atravesando el bosque, para alcanzar el camino que, a la derecha, nos lleva a Hortiguela y Covarrubias.
Llegamos, únicamente, hasta el cruce de caminos y nos dimos un paseo por el lugar. Desandamos el camino y lo continuamos para llegar al mirador del Arlanza. Unas vistas expléndidas: San Carlos y Carazo a la izquierda, Baldosa al frente y a nuestros pies el Arlanza y sus meandros.
Ahí mismo comimos, con un sol maravilloso aunque bien abrigados; soplaba un aire gélido.
Antes de alejarnos del lugar bajamos a la cueva que estaba a nuestros pies.
Ya en la carretera tomamos el camino, que a la derecha, baja hasta el río y nos acercamos para verla Fuente Azul, pero el río venía tan caudaloso que tan sólo nos dejó disfrutar de su frescura (alguno resbaló en la piedra y casi, casi..., el pantalón lo mojó hasta la rodilla).
Ya de vuelta al Monasterio entramos en él. Estaba abierto, es la primera vez que consigo verlo por dentro.
Y aunque era muy pronto (las 16:30) decidimos volver a casa. Había riesgo de nevadas fuertes en Burgos para la tarde, por lo que no era cuestión de jugársela.