Al igual que la gente acude al Jerte a ver el espectáculo de los cerezos en flor, lo mismo ocurre en la comerca burgalesa de Las Caderechas.
Este prodigio de la naturaleza dura tan poco tiempo, que hay que ir en el momento adecuado.
Nada más llegar a Salas de Bureba, uno de los pueblos de acceso, se comienza a apreciar el espectáculo.
Paramos en Aguas Cándidas, luego en Hozabejas y en Rucandio dejamos el coche.
Comenzamos a andar dirección Madrid, y a la salida del pueblo, a la izquierda, tomamos la pista forestal, que sin pérdida nos lleva hasta Huéspeda, por los pinares, y donde la claridad del bosque lo permitía, pudimos disfrutar del paisaje.
Pero antes de llegar a Huéspeda, al pasar un cruce importante, entramos, a la izquierda, por un camino de color blanquecino cerrado por la vegetación, para contemplar una zona de caolín que hace años era explotado.
Ya en el pueblo, salimos por su calle principal hasta el aparcamiento, y, a la izquierda, tomamos el sendero que por el monte nos lleva hasta Madrid. Por esta zona todo el camino estaba jalonado de cerezos en flor, precioso.
Nos acercamos hasta Barrio de Mazuela y volvimos a comer a Huéspeda, esta vez por la carretera para, así, poder seguir disfrutando del magnífico paisaje.
La primavera, está claro, que ya llegó al campo, a los huertos y al monte.
Paseando por el pinar pudimos escuchar los trinos de los pájaros, pudimos ver, ya, las hormigas correteando, las abejas con su instinto suicida, las nubes de mosquitos que se te meten por la nariz y la clásica y petarda mosca cojonera que te dá el día. Animalitos de Dios, que alguien diría.
La naturaleza es bella, pero tiene sus inconvenientes en esta época del año y es que "la primavera la sangre altera" en todos los seres vivos deseosos de su procreación.